martes, 30 de abril de 2013

Alicia en el País de las Maravillas. Lewis Carroll




Lewis Carroll, pseudónimo de Charles Lutwidge Dodgson, nació en Daresbury, Inglaterra, en 1832. Su padre era clérigo, y él fue ordenado diácono (1861), pero renunció a proseguir la carrera eclesiástica.

Desde 1851 vivió en Christ Church, Oxford. Allí llevó una vida retirada, dedicado a la docencia de matemáticas -disciplina sobre la que escribió diversas obras bajo su nombre auténtico- y a desarrollar una fructífera labor como fotógrafo y escritor que es indispensable de su atracción hacía el mundo de las niñas.

Precisamente una de sus pequeñas amigas, Alice Liddell -hija del decano de Christ Church-, le inspiró sus dos libros fundamentales: Alicia en el país de las maravillas (1865) y A través del espejo (1871). esas obras contienen complejos elementos de fantasía y juego lógico, parodia y sátira, y al igual que el extenso poema la caza del Snark (1876). Fueron concebidas según la más viva tradición inglesa del "nonsense".

Lewis Carroll dedicó los últimos años de su vida a escribir y publicar trabajos de lógica simbólica. Murió el 14 de noviembre de 1898.
 


                                
Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo son parte del patrimonio colectivo; referencia común que incluye a pequeños y adultos, a oficiantes del lenguaje y a matemáticos, más allá del ámbito inglés, sorprendente dado el recio soporte lingüistico sobre el que se asientan ambos libros.

Alicia y, con ella, el Conejo Blanco, el Gato de Cheshire, la Reina Roja, Humpty Dumptyy tantos otros, parecen morar en nuestra memoria con absoluta naturalidad. Y al igual que ocurre con Kafka, reconocemos tal o cuál situación, tal o cuál idea o salida verbal, como carrollianas, al margen de que sean o no de Lewis Carroll.

En una primera aproximación, el país de las maravillas es un mundo al revés y, tal vez, alternativo al racional y serio de donde procedía la niña. 

Cuando ésta, en los inicios de su aventura subterránea, y de acuerdo a las enseñanzas de la escuela, conjetura hasta dónde podrá conducirle su descenso en la madriguera, imagina el término al otro lado de la tierra, en las antípodas (por más que la palabra le salga un poquito alterada), donde lo normal será literalmente andar cabeza abajo. Y ese lugar opuesto al lado de aquí  se aprecia de modo más claro aún , mediante sistemáticas inversiones, en el libro A través del espejo.

Este mundo al revés , mentalmente patas arriba, jocoso y anárquico, tenía en la poesía inglesa de la época un nombre emblemático, nonsense (sin sentido o disparate) a cuyo afianzamiento contribuyó Carroll, junto con Edward Lear. 





El proceso de gestación de Alice in Wonderland duró tre años y pasó por tres fases: el cuento oral, la versión manuscrita y la redacción final.

La primera tuvo lugar en el curso de un paseo en barca por el Támesis el cuatro de julio de 1862. Charles I. Dodgson anotaba ese día escuetamente en su diario: "Seguido el río hasta Godstow con las tres pequeñas Liddell; tomamos el té en la orilla y no regresamos a Christ Church hasta las ocho y media". Un añadido posterior aclara que en dicha ocasión les contó las aventuras subterráneas de Alicia, título primitivo que todavía conservaría en la versión manuscrita.

 La expedición estaba formada por las tres Liddell (Lorina, Alice y Edith, Prima, Secunda y Tertia del poema inicial, que respectivamente contaban entonces trece, diez y ocho años), Dodgson y un amigo de éste, el reverendo Robinson Duckworth. El grupo, figura recreado en el mojado picnic del final del capitulo II. 
 
La tarde en que broto el cuento oral quedó grabada en la mente de Carroll: fue, simbólicamente, "la dorada tarde" (aunque, en realidad, según se ha podido averiguar, fuera más bien húmeda y nublada) del citado poema introductor de Alicia, y la evocó también en las composiciones inicial y final (donde figura, en acróstico, el nombre completo de la niña) de A través del espejo.
 
Carroll afirmó no recordar otro motivo para escribir el cuento que el de "complacer a una niña a la que quería" y, al parecer, contó a Duckworth que permaneció en vela "casi toda la noche, dedicado a rememorar en un manuscrito las extravagantes aventuras con que tanto había avivado aquella tarde".

Sea como sea, el Diario fecha en el 13 de noviembre, es decir, cuatro meses más tarde , el inicio de la redacción: "Empezado a escribir el cuento para Alicia, que les conté el 4 de julio, yendo a Godstow: espero terminarlo en Navidades".

No lo acabó hasta febrero del siguiente año, y seguidamente se puso a ilustrarlo, tarea que lo ocupo hasta septiembre del 64.




Dos meses después enviaba a Alicia, como obsequio de Navidad, el manuscrito, cuya publicación, en facsímil, tuvo lugar en 1886 (Alice's  Adventures Underground). Según el Diario (entrada del 9 de mayo del 63) George MacDonald y su mujer expresaron a Carroll su deseo de ver publicado el cuento.
Encargado al editor MacMillan, se iniciaba la reescritura del manuscrito que, ilustrado esta vez por el dibujante John Tenniel (con quien entró en contacto a principios del 64), apareció en libro en 1865 bajo el titulo de Alice's Adventures in Wonderland.
 
En 1890 , el autor publicó una versión para los pequeños, de 0 a 5 años, "Alicia para los pequeños".
 


En la dorada tarde nuestra barca
se desliza sin prisa:
impulsan ambos remos unos brazos
inhábiles de niñas,
mientras en vano sus manitas pugnan
por trazar nuestra vía.

¡Ah, Trinidad cruel! ¡En esa hora,
bajo un cielo de ensueño,
cuando el aire no agita ni una hoja,
me piden que urda un cuento!
¿Mas cómo va a oponerse una voz sola
a tres lenguas a un tiempo?

Prima, imperiosa, lanza el beredicto:
"Inícialo ahora mismo".
Secunda, más benigna, sólo pide
"que sea un sinsentido",
mientras Tertia interrumpe por minuto
una vez como mínimo.

Pronto las tres en silencio imaginan
las idas y venidas
de la niña soñada en su país
de extrañas maravillas,
locuaz con bestias, pájaros...Que es cierto
casi lo jurarían.

Y cuando el narrador ya siente exhausta
su fuente de inventiva
y se propone a postergar la historia
diciendo con fatiga:
"Lo restante, mañana"."¡Ya es mañana!",
reclaman las tres niñas.
Así surgió el País de Maravillas,
así, pues, paso a paso,
se forjaron sus raras aventuras.
El cuento se ha acabado.
Y en penumbra, feliz tripulación,
hacia casa remamos.

Recibe, Alicia, el cuento y deposítalo
donde el sueño de Infancia
abraza a la Memoria en lazo místico,
como ajada guirnalda
que ofrece a su regreso el peregrino
de una tierra lejana.
                                                   
                                                       Lewis Carroll


Título: Alicia en el país de las maravillas. A través del espejo. La cazadel Snark
Autor: Lewis Carroll
Editorial: Plaza & Janés Editores S.A.
Ilustraciones: John Tenniel
Traducción: Luis Maristany
Prólogo: Luis Maristany
Nº Páginas: 320








domingo, 28 de abril de 2013

Flor de mayo. Vicente Blasco Ibáñez

  Todos los días había tormenta en el mercadillo del pescado: el odio entre las pescaderas Dolores y Rosario, cuñadas, era ya imposible de contener, pues se decía que la primera mantenía excesiva familiaridad con el hombre de la segunda, su antiguo novio...Y nadie diría que sus maridos eran hijos de los mismos padres: trabajador y bonachón el uno, siempre dispuesto a jugarse la vida mar adentro para ganarse el pan; el otro, un vago de gentil aspecto, incorregible bohemio y pródigo hasta verle el fondo al saco...



 Aquella tensión creciente, llamada a extenderse y traspasar las puertas del hogar, provocando el choque entre los dos hermanos, debía estallar por algún lugar; y lo haría con el ímpetu con que rompen las olas contra las barcazas de los pescadores, haciéndolas juguete de la tempestad.

  Cuando se descubra el engaño, la Flor de Mayo, la embarcación que tras una vida de peligro y sudor ha logrado comprar el laborioso Pascual, se hará a la mar con los dos hermanos un día de temporal...
 

J. Sorolla. Playa de Valencia


El lado oscuro
de una marina de Sorolla 

 Entre el Grao de Valencia y la Malvarrosa, que entonces se llamaba Cap de França, transcurre la acción de Flor de Mayo, un drama de pescadores cyas pasiones, gracias a la pluma de Blasco Ibáñez, consiguieron levantar en tierra un oleaje más terrible aún que cualquier borrasca en alta mar. 

 En esta pequeña franja del litoral, a finales del siglo XIX, tenían asiento varios poblados marineros divididos por las acequias que vertían las aguas en la playa. La acequia del Riuet marcaba la frontera del Grao con el Canyamelar. La acequia de En Gasch separaba el Canyamelar del Cabanyal. La acequia de Los Ángeles o de Pixavaques limitaba el Cabanyal y la Malvarrosa o Cap de França que a su vez tenía en la acequia La Cadena la última marca de este mar de la ciudad de Valencia. El Cabanyal era el centro del ajetreo de pescadores. en su playa varaban en aquel tiempo, junto a Flor de Mayo, otras cincuenta embarcaciones de cubierta de entre 15 y 25 toneladas y algunas de menor porte, que salían a faenar día y noche en las aguas del golfo, desde el cabo de San Antonio hasta punta de Sagunto, según la modalidad de pesca del bou.

  Estas barcas de vela latina navegan por parejas arrastrando en popa una red de copo de 21 brazas de largo y 130 mallas de ancho sobre el fondo de arena limpio de rocas desde 4 a 120 brazas de agua.
 

Joaquín Sorolla. El pescador

  La idílica escena de los bueyes en medio de las olas tirando de estas embarcaciones de pesca para entrarlas a tierra o botarlas al agua ha sido pintada repetidas veces por Joaquín Sorolla y por José Navarro. El boyero sentado en el testuz del animal guiándolo con una vara, los marineros empapados sacando las cestas del pescado entre el oleaje, las pescaderas con vestidos blancos esperando en la playa, los niños desnudos poseídos por el sol nadando, las velas latinas todavía hinchadas, varias parejas de bueyes amaestrados para esta labor tirando de las proas con toda la tensión de la musculatura salpicada de espuma, ésta ha sido una estampa clásica de la dicha mediterránea, pero debajo de la luminosa paleta de Sorolla estaban las pasiones y la miseria  de estos hombres de la mar.

 Flor de Mayo es un drama de pescadores, la borrasca en tierra de unas vidas malditas.Supone el negativo o revés de la trama de la felicidad sorollesca que Blasco Ibáñez pinta con trazo gordo mediante celos, venganzas y naufragios.
 

Joaquín Sorolla

 El mundo de Flor de Mayo está ya sumergido o naufragado en este espacio de la costa. A finales del siglo XIX estos poblados marineros estaban unidos a las colonias veraniegas que los burgueses de Valencia habían establecido en la playa y en ellas los personajes de Arroz y tartana, tenderos felices de la capital y los de flor de Mayo, pescadores de pasiones elementales convivían durante unos meses al año en un conglomerado de casas de estilo colonial y miserables barracones.

 Aquellos menestrales y burgueses de Valencia en vacaciones proporcionaron mucho material a Escalante para sus sainetes valencianos; Blasco Ibáñez, por otra parte, se sirvió de aquellos pescadores primitivos para elaborar un drama naturalista a la manera de Zola.
 

 Al atardecer, antes de que se encendieran las farolas de gas, sonaban las fichas de dominó en los cafetines; tal vez había una representación en el teatro de la Marina; se oían cantos acompañados por una pianola que salían de alguna villa mesocrática con fachada de azulejos y mirador historiado; los veraneantes hacían tertulia en la puerta de casa tomando el fresco, zarzaparrilla y agua de cebada y por aquella calle de la Reina, la principal de la barriada veraniega, se paseaba con chaqueta de pijama a rayas Blasco Ibáñez, que entonces aún vivía en la alquería de san Juan, antes de mandarse construir el chalet de la Malvarrosa, la famosa mansión con terraza interior sostenida por dos cariátides donde el escritor trabajaba en una mesa de mármol con cuatro leones alados, de tipo mesopotámico, puestos de base a sus pies.

 Aquel encanto burgués entre albañales que desaguaban en el mar tenía un sustrato social formado por gente descalza con navaja en la faja que se ganaba el pan en las barcas de bou de la forma más dura.

 El escritor conocía ese mundo desde dentro de su chaqueta de veraneante, no desde el fondo del alma como a los personajes de Arroz y tartana. Blasco era a la sazón un agitador político y se movía por el casino republicano del cabanyal levantando pasiones populistas contra la monarquía, el clero y el militarismo, pero, en medio de esta lucha atrabiliaria, su afán literario le llevó a explorar las costumbres de estos marineros embarcándose a veces con ellos, aunque sólo fuera como observador para narrar después los borrascosos lances de sus vidas.



 Barracas de pescadores, balnearios, barriadas de veraneantes burgueses, sanatorios, merenderos con sombrajos de cañas y casetas de baños se alternaban a lo largo de la playa desde el Grao hasta la Malvarrosa y ese espacio, donde Blasco agitó con toda violencia a sus criaturas en Flor de Mayo, está ya sumergido bajo el plástico y hoy se puede recorrer a lo largo de un paseo marítimo iluminado por un bosque de farolas de diseño milanés. (...) Manuel Vicent
                                                                       
                                                                                   

"Allá lejos, en un espacio libre de barcas, rodeada de negro y bullidor enjambre humano, alzábase sobre la arena la gallarda Flor de Mayo. El sol doraba sus flancos; sobre el espacio azul destacábase el mástil esbelto y graciosamente inclinado..." Vicente Blasco Ibáñez

                                                                        
Título: Flor de mayo
Autor: Vicente Blasco Ibáñez
Prólogo: Manuel Vicent
Licencia editorial: Círculo de Lectores
Nº Páginas: 223


Vicente Blasco Ibáñez
 




viernes, 26 de abril de 2013

El Lazarillo de Tormes. (Siglo XVI, Anónima)


Murillo. Niños comiendo melón y uvas

Lazarillo de Tormes es una novela breve de autor desconocido que se publicó por primera vez en Burgos en 1554. Esta obra, que se considera arquetipo de la novela "picaresca" -un término de incierta etimología que llegaría a definir una de las más importantes aportaciones españolas a la literatura universal-, narra en primera persona las fortunas y adversidades de la pobre y mísera existencia de su protagonista.

Nacido a orillas del Tormes -famoso río que baña las tierras de Salamanca-, hijo de un molinero que había acabado sus días en la cárcel y de una buena mujer que tras quedar viuda se amancebaría con un palafrenero morisco, Lazarillo entrará -siendo adolescente- al servicio de un mendigo ciego a quien acompañará en sus vagabundeos y de quién aprenderá las artimañas de la vida de pícaro.


Bartolomé Esteban Murillo. Niño apoyado

Cuando se sienta suficientemente aleccionado como para seguir su propio camino, abandonará de mala manera a su primer "maestro" y pasará al servicio de un clérigo tan pobre y hambriento como él, que vive de las limosnas de la iglesia destinada a los pobres.

A su lado aprenderá que la caridad, cuando se tiene el estómago vacío, sólo es virtud propia de santos. Su tercer amo será un hidalgo holgazán y arruinado, pero tan obsesionado por su honra que prefiere soportar los latigazos del hambre antes que rebajarse a pedir limosna.

Lazarillo se compadece de él y se dedica a mendigar para los dos, comprendiendo que existen quienes prefieren la honra sin pan al pan sin honra. Tras continuar su vida de pícaro pasando del servicio de un fraile al de un vendedor de bulas que se dedica a estafar a la gente de buena fe, acabará encontrando su propio camino convertido en pregonero público y casado con la sirvienta de un clérigo a la que su amo ofrece "generosa y desinteresada protección".
 
En el Lazarillo de Tormes encontramos por primera vez la dura lucha por la vida, en un ambiente de miserias, engaños y marginación, como materia de la literatura.

Esta obra nos presenta el envés de las novelas pastoriles de la época, contraponiendo al amor y al natural deseo de belleza -de aquellas obras "sentimentales"- el crudo apetito natural y la inminencia de la satisfacción de las necesidades primordiales como motor de la actuación humana.

Retrato de una realidad que hasta ese momento la literatura había preferido no tener en cuenta, el Lazarillo de Tormes se ha convertido con el paso de los siglos en lectura obligada y pieza clave de la narrativa en lengua española.

El éxito de la primera edición -incluida en el Índice de libros prohibidos en 1559- provocó la aparición de otras dos versiones -con varios añadidos innecesarios y apócrifos- fechadas en Alcalá, en 1554, y de una segunda parte publicada en Amberes un año más tarde.

En el Lazarillo de Tormes, como en El tema de nuestro tiempo, "la perspectiva es uno de los componentes de la realidad". Con esta mera forma de decir, de nombrar, Lázaro nos pone continuamente sobre aviso: el mundo no es unívoco, no hay valores sino referidos a la persona, y aun a título provisional.

Los objetos presentan tantas dimensiones diversas, e incluso contradictorias, como etapas recorre el sujeto: el potecillo que primero deleita a Lázaro y luego lo descalabra es "aquel dulce y amargo jarro"; los seis meses pasados al servicio del avariento clérigo son, en voz del pregonero, "el tiempo que con él viví o, por mejor decir, morí".

Y, naturalmente, cosas y personas  tienen tantas definiciones cuantos individuos relacionados con ellas: el mendigo con quien se estrena Lázaro es "mi nuevo y viejo amo"; el cura de Maqueda persigue por las noches "la culebra o culebro" que le limpia el arcaz.

El lenguaje del libro capta con deliciosa malicia la polisemia de la vida, echando mano, por ejemplo, de giros comparativos, de interpretación tan cambiante como el punto de vista a que se vinculen: Antona Pérez confía en que Lazarillo ha de salir "no...peor" que su padre ("tan bueno", pues, o "tan malo" como él); la amante del arcipreste es "tan buena mujer como vive dentro de las puertas de Toledo" (o ella es como todas o todas son como ella).

En perfecta coherencia con los modos de decir, la manera de narrar prima sobre todas una forma de presentación que se escinde en dos tiempos bien marcados: un primer momento de percepción pura (podría decirse), en que el protagonista registra unos hechos y les atribuye cierto significado; y un segundo momento en que asume un factor adicional que, respetando la apariencia de lo captado anteriormente, altera dicho significado. 



Ocurre así, verbigracia, en el encuentro con el escudero toledano, cuando Lazarillo toma por signos de riqueza lo que pronto entenderá como pruebas de miseria; o en el episodio del buldero, cuya farsa acepta el mozo como milagro, hasta que ciertas risas y comentarios le descubren el embeleco.
 
La dualidad de tales incidentes, según el punto de vista del espectador, es enteramente homóloga respecto de la dualidad con que el autor presenta al ciego como "nuevo y viejo amo" o se refiere al "dulce y amargo jarro".(...) (F. Rico)                                                            

Diego Velázquez. El aguador de Sevilla

Los hombres somos criaturas narrativas, y los días se nos van en fábulas: en esperanzas de un mañana a la medida de nuestro diseño, en nostalgias de cómo pudo ser el ayer; una veces, huyendo de la realidad, y otras huyendo hacía ella.

Cuando esas fábulas que nos contamos se hacen institución literaria, cuando cristalizan los géneros, ¿cómo no van a predominar las que dejan desbocarse la fantasía y el deseo? La ficción pide ficción, llama a más ficción, y, si de inventar se trata, ¿por qué poner cortapisas a la inventiva?. F. Rico
                                             

Francisco de Goya. Niños jugando a los toros
                     
Título: Lazarillo de Tormes
Autor: Anónimo
Prólogo: Francisco Rico
Edición: Miguel Requena
Diseño: Norbert Denkel
Nº Páginas: 150